
CARTA PASTORAL 2020 | Después de mañana, una Iglesia renovada, una caridad creativa
- El 24 mayo 2020
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“La Ternura” de Oswalgo Guayasamin (1)
1. Introducción
“Invitados a una nueva etapa, distinta… muy distinta” (2)
La primera lectura de la misa en honor de Nuestra Señora del Valle que celebramos el 25 de abril pasado, es del libro del Apocalip-sis, capítulo 21, 1-5a.
En el versículo 5, dice: Y el que estaba sentado en el trono di-jo: “Yo hago nuevas todas las cosas”. Al meditar la Palabra de Dios ese día en la oración personal, esas palabras me resonaron fuertemente en este tiempo de pandemia, tiempo difícil y desafiante, pero a la vez, fuente de algo nuevo, como la semilla que siembra el campesino, en la que ya está el germen de la cosecha.
Toda la realidad y el universo entero están alcanzados por esa oferta que llega de Dios, “Yo hago nuevas todas las cosas”, dice el Señor. La mirada contemplativa de Juan ve un cielo nuevo y una tierra nueva (3), mientras también percibe cómo va desapareciendo lo antiguo (4). El pueblo se mueve hacia el encuentro con Dios que “secará todas las lágrimas y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor”(5).
Cuando esta afirmación de Dios se hace certeza en nosotros, podemos buscar con alegría, entre lo que acaba, el brote germinal de lo que comienza, aunque no tengamos al alcance grandes signos que nos indiquen los caminos y senderos por donde hay que seguir.
Esta es la propuesta de la carta pastoral de este año 2020, en contexto de aislamiento social, cuarentena, y pandemia. Tiempos com-plejos, donde más que nunca estamos llamados a renovar la fe y la es-peranza en un Dios Padre y Madre que no nos abandona, y que con el autor del Apocalipsis nos vuelve a decir de manera contundente: “Esta es la morada de Dios entre los hombres; él habitará con ellos, y serán su pueblo; Dios estará con ellos y será su Dios” (6)
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(2) Las estrofas debajo de los títulos principales corresponden a la poesía Resucitando de Mar-cos ALEMÁN s.j.
(3) Cfr. Apocalipsis 21, 1
(4) Ibid
(5) Apocalipsis 21, 4
(6) Apocalipsis 21, 3
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Para todos es un tiempo difícil, que exige de nosotros cambios en las costumbres, en los proyectos de vida, en lo que teníamos pro-gramado en lo personal, en lo familiar, en lo comunitario. El país y el mundo se ven desafiados. La humanidad vive una gran incertidumbre; decía el Papa Francisco en la oración que conmovió al mundo el 27 de marzo: La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que había-mos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prio-ridades. (7)
A la vez compartimos sentimientos que nos han hermanado, que nos han hecho tomar conciencia que estamos todos en la misma barca. Nos encontramos asustados y perdidos. (…) Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y nece-sarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confor-tarnos mutuamente. (8)
2. La historia, maestra de la vida
¿Qué queremos seguir anunciando,
qué queremos seguir denunciando
con cada una de nuestras vidas?
Decía Marco Tulio Cicerón, jurista, abogado y orador romano, fallecido en el año 43 antes de Cristo: En verdad la Historia es testigo de los siglos, luz de la verdad, sustento de la memoria, maestra de la vida, mensajera del pasado. (9)
En la historia de la humanidad se han vivido situaciones simi-lares a la actual, epidemias que afectaron a la sociedad, y que más allá del número de víctimas y cómo lograron superarse, produjeron diver-sas reacciones
(7) Francisco, Momento extraordinario de oración en tiempos de pandemia, Ciudad del Vati-cano, 27 de marzo de 2020
(8) Ibid
(9) Cicerón, De Oratore, 2, 36
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2.1. La epidemia de fiebre amarilla de 1871
Quisiera sólo referirme a una epidemia que afectó a la ciudad de Buenos Aires en el primer semestre de 1871, en la que falleció el ocho por ciento de la población, alrededor de 14.000 personas. Fue una epidemia de fiebre amarilla. (10)
En una ciudad donde el índice normal de fallecimientos diarios no superaba a veinte, hubo días en el mes de abril en que murieron más de 500 personas. Se colmaron todos los hospitales y lazaretos ha-bilitados, se desarticularon las diversas instituciones nacionales, pro-vinciales y municipales establecidas en la capital, emigraron la mayo-ría de los porteños y la situación se tornó absolutamente caótica.
La epidemia de 1871 tuvo su iniciación un poco enmascarada por el desconocimiento clínico de la enfermedad, lo que hizo estable-cer errores de diagnóstico que, al perder un tiempo precioso, permitie-ron a la epidemia tomar un incremento realmente desproporcionado.
Desde los primeros días algunos periodistas, ilustres ciudada-nos e incluso médicos, discutían si la epidemia era o no fiebre amari-lla. Es verdad, que los escasos conocimientos que se tenían de la enfer-medad pudieron dar lugar a confusiones o diagnósticos equivocados, pero lo sorprendente era que se negaba la existencia de la fiebre sin siquiera haber estado en contacto con un enfermo.
Con el correr de los días la situación se fue agravando. Las vo-ces que habían insistido con que la peste no era de fiebre amarilla se fueron silenciando. Quienes habían opinado que no había motivo para alarmarse pues eran pocos los casos, dejaron de hablar y escribir ese tipo de comentarios en los periódicos. Y así el 3 de marzo el gobierno dispuso la postergación del inicio de las clases debido a la gravedad de la epidemia.
El número de enfermos aumentó notablemente y esto provocó que los hospitales no tuvieran más capacidad.
Una tercera parte de la población de Buenos Aires, huyó despa-vorida cuando tuvo la certeza de que la peste, en la mayoría de los ca-sos, era de carácter mortal y arreciaba en su ataque.
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(10) Cfr. García Cuerva, Jorge, La Iglesia en Buenos Aires durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871, según el Diario de la epidemia de Mardoqueo Navarro, Tesis de licenciatu-ra, Buenos Aires 2003.
(Versión digital en: https://primeramisaargentina.wixsite.com/1abril1520/tesisjgc )
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Pero también hubo muchos que optaron por quedarse en la ciu-dad, enfrentar la situación y ayudar a los miles de enfermos que caían diariamente víctimas de la fiebre.
A mediados de 1871 se conformó la Comisión Popular de Salu-bridad Pública, un organismo integrado por las personalidades más influyentes de la sociedad porteña, para socorrer a los necesitados.
Difícil sería detallar los trabajos de la Comisión Popular, cuan-do en una ciudad que alcanzaba a unos 120.000 habitantes, morían en-tre 300 y 600 por día; teniendo que organizarse en medio del desorden, de la confusión y de la muerte; la Comisión hacía frente a las exigen-cias de muchas familias desamparadas suministrándoles ropas, alimen-tos, camas, incluso dinero.
Pero tampoco faltaron profesionales que aprovecharon la situa-ción y se hicieron de dinero a costa de los enfermos: escribanos falsos que se ofrecían en los diarios para hacer testamentos, enfermeros fal-sos que robaban las pertenencias de los infectados, etc. Se destacó la figura del músico Juan Pablo Esnaola que lucraba con una serie de conventillos, que por más que los reconocía como focos de infección, no quiso cerrarlos ni acondicionarlos, ni higienizarlos.
La Iglesia no estuvo ajena a los hechos que se sucedieron a consecuencia de la epidemia de fiebre amarilla.
A fines de marzo de 1871, la Comisión Popular solicitó al obis-po León Federico Aneiros la suspensión de las celebraciones propias de la Semana Santa argumentando que era un gran riesgo que la gente se reúna en los templos, dado que podían transformarse en peligrosos focos de contagio.
―(…) El mismo Señor Obispo, comprendiéndolo así, y a instancias de la Comisión Popular de Salubridad, ha ordenado la suspensión de todas esas fiestas. No importa. Haremos un templo en nuestros pechos y dentro de él elevaremos nuestras preces fervientes.
Así, veneraremos al Mártir de los mártires, reforzaremos nuestro ánimo, tan necesario para continuar la gran tarea, y alcanzaremos la salva-ción de un pueblo sumido hoy en el dolor y el desconsuelo.‖ (11)
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(11) Diario La Tribuna, 2 de abril de 1871
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Fallecieron alrededor de sesenta sacerdotes durante la epide-mia; lo que demuestra que el clero de Buenos Aires, en su mayor parte, dio cumplimiento a su deber evangélico de asistencia a los enfermos y moribundos. Tengamos en cuenta que también fallecieron doce médi-cos, dos practicantes, e incluso veintidós integrantes del Consejo de Higiene Pública.
―Vamos a dedicar hoy dos líneas en elogio de los sacerdotes que con heroísmo evangélico ejercen en estos momentos las funciones de su ministerio.
El sacerdote entra hoy al lado del enfermo, cuando ya la mano del médico le abandona, por no poderle salvar, dejándolo desde ese momento entregado a la misericordia del Creador.
Es ese el momento, en que el enfermo ofrece mayor peligro de con-tagiar el horrible mal que le lleva al sepulcro, y ese en el que le toma el mé-dico del alma para ponerle bien con Dios.
Nosotros hemos admirado varios sacerdotes, llenando esa noble misión, con entereza, sin ostentación y con interés.‖ (12)
También muchas congregaciones religiosas, femeninas y mas-culinas, que estaban en la ciudad de Buenos Aires trabajaron fuerte-mente durante la epidemia. Las que tenían colegios, los cerraron y se dedicaron exclusivamente a la atención de los enfermos en los hospita-les. Ellas son las Hijas de la Caridad, los padres Lazaristas, los Bayo-nenses, los Jesuitas, las Hermanas de la Misericordia Irlandesas, los Franciscanos y las Hijas de María del Huerto. Con un gran espíritu de servicio y de amor al prójimo se entregaron a la misión que ese mo-mento histórico les exigía: estar junto a Cristo en el lecho de cada en-fermo; en cada familia desamparada; en cada niño huérfano; en cada hermano que sufría la pérdida de un ser querido a consecuencia de la peste.
Por supuesto que la Iglesia no son sólo los sacerdotes y los reli-giosos; tampoco lo fue en 1871; muchos laicos fueron testigos de Cris-to en la solidaridad y el compromiso. Así como muchos optaron por huir por miedo al contagio, otros permanecieron en la ciudad enfren-tando la epidemia e intentando hacer algo por los demás, especialmen-
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(12) Diario Boletín de la epidemia, 10 de abril de 1871
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te por los enfermos. A pesar de tener distintos objetivos y espíritus de trabajo, la Sociedad de Beneficencia, las Conferencias Vicentinas y la Tercera Orden Franciscana, se destacaron activamente en su labor ca-ritativa, incluso poniendo en riesgo sus propias vidas.
2.2. Las conductas se repiten…
Como decía al comienzo, hay patrones de conducta que se repi-ten en momentos dramáticos como son las epidemias. Simplemente quiero hacer un paralelismo entre las reacciones de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires en 1871 frente a la fiebre amarilla y nosotros en 2020 frente al Covid -19.
Los que huyen del problema o lo niegan: En 1871 algunos negaban la epidemia, sostenían que la fiebre amarilla se había detenido provisoriamente en la ciudad y que desaparecería en cuanto baje la temperatura y disminuyan las lluvias.
―(…) Ciertamente no vale tanta bulla, que las defunciones registra-das no exceden actualmente con notabilidad a la de otros años en la misma fecha y en las mismas condiciones de estación. (…) No sólo significa que es demasiada la bulla y por consiguiente no hay que alarmar a los espíritus en tal grado, pues no debe olvidarse, que hay gente que se enferma y se muere de susto y nada más que de susto.‖ (13)
Hoy también escuchamos a algunos diciendo “no pasa nada”; ―es invento del gobierno”; “yo estoy bien, no me voy a enfermar”; “es pura exageración”; etc. Y lo más grave es que no cumplen las disposi-ciones de aislamiento social, ni toman los recaudos necesarios de uso de barbijos, guantes, distanciamiento, etc. y hacen correr riesgo a to-dos por su imprudencia y la soberbia de creer que saben más que los profesionales de la salud.
Los que se dejan ganar por el miedo, que, sumado a la igno-rancia, es una combinación peligrosa; se buscan culpables de la epide-mia, rechazando a los enfermos, y generando actitudes de discrimina-ción.
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(13)Golfarini, Juan Ángel, Carta al Presidente de la Comisión de Higiene, 18 de febrero de 1871
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En 1871 se acusó a los inmigrantes italianos de ser los principa-les trasmisores de la enfermedad. La mayoría vivía en conventillos; se los obligaba a dejar el inmueble, se les incendiaban todas sus pertenen-cias y eran literalmente abandonados en la calle. No se les daba ningún refugio a cambio; no se preveía para ellos alojamiento, quedaban sin techo, sin alimentación y sin asistencia. Se trató duramente a los inmi-grantes acusándolos prácticamente de ser los culpables de la epidemia.
En este tiempo de pandemia, hemos sido testigos de actitudes profundamente discriminatorias con personas que contrajeron la enfer-medad a quienes se las hostigaba por las redes sociales; incluso instán-dolas a abandonar la localidad en la que vivían con su familia. Del mismo modo recibieron un trato muy duro el personal de la salud, o los camioneros que abastecen las ciudades, negándoles hasta el uso de los baños en las estaciones de servicio; en síntesis, rechazo a aquellos a los que se consideró potenciales responsables de los contagios.
Los que hacen negocio con la epidemia. Durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871 no faltaron profesionales que aprovecharon la situación y se hicieron de dinero a costa de los enfermos: escribanos falsos que se ofrecían en los diarios para hacer testamentos, enferme-ros falsos que robaban las pertenencias de los infectados, etc. Se desta-có, entre otros, como ya dijimos, el músico Juan Pablo Esnaola que lucraba con una serie de conventillos, que por más que los reconocía como focos de infección, no quiso cerrarlos ni acondicionarlos, ni hi-gienizarlos.
Hoy sufrimos el aumento de precios, la remarcación de los pro-ductos de primera necesidad, la especulación más cruda.
Otro ejemplo pueden ser las pensiones, lugares indignos, no controlados, divididos precariamente en pequeñas ―habitaciones‖ para que entre más gente, aprovechando que muchos hermanos quedaron varados lejos de su casa, y así se ven obligados a pagar cifras increí-bles por un espacio oscuro y sin calefacción.
Los que se comprometen y están a la altura de las circuns-tancias, en 1871 la Iglesia en Buenos Aires con sus sacerdotes, con
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sus religiosas, con los laicos en distintas obras de caridad. El obispo Aneiros decretando cerrar los templos, rezar en las casas, suspendien-do las celebraciones de Semana Santa, sabiendo que había que evitar todo foco de contagio. También hubo otros ciudadanos que se compro-metieron y se jugaron la vida en aquellos meses de 1871, políticos, diversas asociaciones, profesionales, etc. Hay un monumento que re-conoce la labor de todos ellos en el centro del parque Ameghino, fren-te al hospital Muñiz en Buenos Aires con la leyenda: El sacrificio del hombre por la humanidad es un deber y una virtud que los pueblos cultos estiman y agradecen.
En la pandemia que nos toca vivir hoy, los templos también cerraron de acuerdo a las disposiciones nacionales y provinciales, pero a la vez, la Iglesia, Pueblo de Dios, es un ―hospital de campaña‖, cerca de los que sufren; Iglesia de puertas abiertas con los comedores; con la entrega de viandas, con la asistencia a los enfermos.
Y me permito aquí desarrollar más detalladamente el listado de acciones de la Iglesia diocesana durante la pandemia: conformación de equipos de emergencia en todas las parroquias con voluntarios nuevos; acompañamiento a las familias desde el teléfono y la visita a las casas; donaciones: por trasferencia, por entrega de mercadería y artículos de limpieza en comercios que permitieron la instalación de cajas, dona-ciones de familias; voluntarios destinados a buscar las donaciones en los negocios y en la casa de la gente como así también colchones, co-cinas, estufas, etc. Comedores, gente voluntaria que cocina, limpia, entrega la vianda, hace torta fritas…; una lista común de familias asis-tidas a través de un drive con gente que ayudó desde las casas a armar-lo y actualizarlo; jóvenes que armaron flyers para la difusión de cada cosa que se iba haciendo para poder compartir las buenas noticias; mu-cha gente que usó sus estados de whatsapp para buscar cosas que a otro lo hacían falta; confección de barbijos, máscaras protectoras; do-nación de ambos para los hospitales; atención a los abuelos, compras de comida y farmacia; jóvenes ayudando a gestionar para acceder a la ayuda de ANSES; puesta a disposición de parroquias, gimnasios, y diversas instalaciones como posibles espacios de aislamiento; familias que hacen comida en las casas, para las familias más pobres; jóvenes que se encargan de la distribución y del acompañamiento de los chicos con los cuadernillos de educación; voluntarios para gestionar donacio-
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nes, elaborar cartas con pedidos y también rendiciones; casas de fami-lias que se volvieron depósitos para tener la mercadería más cerca; red de voluntariado joven organizado desde Cáritas nacional; trabajo en red con otras organizaciones; etc., etc.
El Papa Francisco decía en una homilía: La Iglesia, como la quería Jesús, es la casa de la hospitalidad (14). Así queremos ser en nuestra diócesis de Río Gallegos.
3. Un nuevo modo de ser Iglesia
¿Será un nuevo llamado? ¿Una nueva vocación?
Decía San Oscar Romero en una de sus homilías: Dios es vida, Dios es evolución, Dios es novedad, Dios va caminando con la histo-ria del pueblo, y el pueblo creyente en Dios no debe aferrarse a tradi-ciones, a costumbres, sobre todo cuando esas costumbres y esas tradi-ciones empañan el verdadero Evangelio de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Tiene que estar siempre atento a la voz del Espíritu. Con-vertirse, ir en pos de ese Evangelio, de ese llamamiento del Señor. To-do aquél que se sienta seguro y que crea que no tiene necesidad de cambiar, es fariseo, es hipócrita, es sepulcro blanqueado; está muy seguro, pero sabe su conciencia qué reclamos le está haciendo. (15)
En esta época hemos podido experimentar que hay menos gente en la calle y más espacio para que los animales exploren tranquilos y así, hay apariciones que sorprenden. Es que en realidad la fauna no está cambiando de hábitat, sino desplazándose más y más, confiada, gracias a nuestro propio repliegue. Y así también aparecen ideas nue-vas, personas nuevas y acciones nuevas.
Tiempos nuevos, Ideas Nuevas: en este tiempo he podido acompañar algunos de los emprendimientos de la caridad que surgie-ron o se renovaron por la epidemia de Covid 19. Las comunidades se
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(14) Francisco, Homilia, Misa Campo grande de Ñu Guazú, Asunción, julio 2015
(15) Romero, San Oscar Arnulfo, Homilía, 11 de junio de 1978, San Salvador
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fueron adaptando a este nuevo tiempo. No podemos quedar enfrasca-dos en el ―siempre se hizo así”, o en frases como “yo hace veinte años que…”, o “porque soy el coordinador…”
Las ideas nuevas que nos exige este tiempo nos llevan a pro-puestas superadoras: trabajar en equipo, fortalecer los proyectos dioce-sanos y parroquiales; articular con los distintos estamentos del Estado; y asumir que Cáritas somos todos, porque, como dice Francisco, ―Quien vive la misión de Caritas no es un simple agente, sino un testi-go de Cristo. Una persona que busca a Cristo y se deja buscar por Cristo; una persona que ama, con el espíritu de Cristo, el espíritu de la gratuidad, de la entrega”.(16)
A la vez, aprendimos a trabajar en comunión; somos la Iglesia que acompaña a los que sufren; todos con la camiseta de Jesús; sin estrellas ni protagonistas.
Hemos tenido que asumir la consigna de que la mejor ayuda es la que se organiza; por eso, tuvimos que empezar a desterrar la idea de pedir donaciones cada uno por su lado; empezamos a pensar en con-junto; de manera más institucional, “sin cortarse solos”; y a la vez, ayudarnos entre nosotros, dejando de lado el impulso inmediato de pe-dir siempre al Estado.
Y aquí les propongo una pregunta que nos podemos hacer en nuestras Cáritas parroquiales para renovar nuestra mirada y sumar ideas nuevas: ¿cuáles son las nuevas pobrezas que podemos acompa-ñar?, la pobreza de la depresión, del alcoholismo, de la soledad, de los intentos de suicidio. Podríamos decir que no son pobrezas tradiciona-les, pero son nuevos desafíos que se nos presentan, aún en las localida-des más pequeñas de la diócesis.
Tiempos nuevos, personas nuevas: también hay nuevos po-bres, hermanos que en otro momento no hubiesen pasado necesidades, que en otro momento no hubiesen pedido un plato de comida o una caja de mercadería. Hermanos que se acercan con mucha vergüenza, con mucho dolor y a veces sin palabras; necesitando de esos gestos de ternura. Y así cada comunidad recibe, sin pedir explicaciones, sin to-
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(16) Francisco, Homilia en la Misa de apertura de la Asamblea General de Caritas Interna-cional, Ciudad del Vaticano, 12 de mayo de 2015
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mar examen sobre su situación, sólo acompañando, animando en la esperanza y dando generosamente lo que hemos recibido; ―Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente‖ (17).
En este tiempo de pandemia han aparecido muchos voluntarios, muchas manos solidarias, mucha gente que se anima a comprometerse y hacer algo por los demás; gente que quizás antes no veíamos en nuestros templos; gente que nunca se acercaba a nuestros grupos pa-rroquiales; alguno de ellos, incluso, no tomaron la comunión, o hace mucho tiempo que no van a una misa; gente con espíritu solidario y creativo, que no pelea por puestos, ni por llaves de salones, ni por ser coordinadores, gente a la que no la escuchamos decir “acá siempre se hizo así‖; gente dispuesta a trabajar con otros aunque piensen distinto. Y creo que muchos de estos nuevos agentes pastorales, de estos nue-vos voluntarios, se han acercado porque se les dio el lugar, porque se encontraron con Jesús que es la Puerta (18), porque no hay “patovicas o vigilantes” que les cierran las puertas o los hacen sentir extranjeros.
Escuchar a los nuevos voluntarios, tienen mucho que enseñar-nos a los que hace mucho tiempo estamos en la pastoral de las comuni-dades; hay un dicho que dice que la pipa deforma la boca; con los años hay ideas y prácticas que al comienzo fueron muy buenas, pero hoy ya merecen ser revisadas porque se fueron deformando, se fueron anquilosando; la pandemia es una buena oportunidad para la revisión y conversión personal y comunitaria.
San Pablo en la carta a los Gálatas, nos vuelve a recordar nues-tra condición de hermanos, todos uno en Cristo: Porque todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, ya que todos ustedes, que fueron bautizados en Cristo, han sido revestidos de Cristo. Por lo tan-to, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús. Y si ustedes pertenecen a Cristo, entonces son descendientes de Abraham, herede-ros en virtud de la promesa.(19)
A veces el riesgo, especialmente en las comunidades más chi-cas es que todos se conocen, y entonces, “nos sacamos la ficha”, nos tratamos duramente; decidimos entre dos o tres si tal persona merece o no la ayuda; es hora de dejar viejas rivalidades de lado.
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(17) Mateo 10, 8b
(18) Cfr. Juan 10, 9
(19) Gálatas 3, 28-29
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Que podamos aprender del tiempo de pandemia; que todos se sientan protagonistas en nuestras comunidades, en nuestros colegios, en nuestros grupos; que nadie tenga que “pagar derecho de piso”; que demos lugar a gente nueva, que se sientan bien recibidos; somos Igle-sia, comunidad grande con lugar para todos.
Tiempos nuevos, acciones nuevas: en este tiempo de pande-mia fue necesario revisar nuestra pastoral; debimos abrirnos a la nove-dad del uso de las redes sociales; a la creatividad en la trasmisión de la fe; a nuevas técnicas para dar la catequesis, para rezar; al uso de los medios de comunicación para las celebraciones; etc.
También para llegar a nuestros hermanos más pobres a través de comedores, entrega de viandas, una fuerte organización diocesana de la caridad, la articulación con el Estado y otras organizaciones. In-dudablemente si no nos adaptábamos a estos nuevos tiempos, por un lado estaríamos incumpliendo la ley que nos obligaba al aislamiento social, pero además, estaríamos aplicando las mismas recetas de siem-pre para situaciones absolutamente distintas.
En definitiva, es un nuevo modo de ser Iglesia; como decía San Juan Pablo II, descubrir los testimonios del amor y solicitud de la Igle-sia por la familia: amor y solicitud expresados ya desde los inicios del cristianismo, cuando la familia era considerada significativamente como «iglesia doméstica”. En nuestros días recordamos frecuente-mente la expresión «iglesia doméstica», que el Concilio ha hecho suya (20) y cuyo contenido deseamos que permanezca siempre vivo y actual (21).
Las celebraciones en cada casa, alrededor de la mesa familiar; en el altarcito que preparamos; compartiendo la Palabra; el rezo del rosario; el encuentro de catequesis; siguiendo la misa por radio o tele-visión; descubriendo la creatividad celebrativa con las redes sociales; una verdadera Iglesia doméstica, cada familia, como en los primeros tiempos, relatados por el libro de los Hechos de los Apóstoles.
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(20) Lumen Gentium 11
(21) San Juan Pablo II, Carta a las familias Gratisimam Sane, Ciudad del Vaticano, 2 de febrero de 1994
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Francisco nos animó constantemente en este tiempo a lo nuevo: Aunque estemos aislados, el pensamiento y el espíritu pueden llegar lejos con la creatividad del amor. Es lo que hace falta hoy: la creativi-dad del amor. (22)
También para los sacerdotes son tiempos nuevos, la realidad nos interpela a encontrar nuevos modos de vivir la consagración al Se-ñor; el desafío de desplegar nuestra vocación en tiempos de pandemia; por eso el Papa los tuvo muy presentes en el Ángelus del 15 de marzo pasado cuando dijo: Hay sacerdotes que piensan en mil maneras de estar cerca del pueblo, para que el pueblo no se sienta abandonado; sacerdotes con el celo apostólico que han entendido bien que en este tiempo de pandemia no se puede ser como el don Abundio (el sacerdo-te miedoso y pusilánime de Los Novios de Alejandro Manzoni) (23). Muchas gracias a vosotros, sacerdotes. (24)
Un momento especial en el que tomamos conciencia de este tiempo absolutamente distinto que también irrumpía en la vida pastoral de la diócesis fue en ocasión de la celebración de la primera misa en territorio argentino. El Santo Padre se quiso hacer presente ese 1 de Abril:
“Querido hermano, si bien estarás celebrando físicamente so-lo, tu pueblo, nuestro pueblo argentino, te estará acompañando. Me contaste que el mantel del altar está realizado con las intenciones que fueron recogiendo durante todos estos meses con participación de gente de todo el país. Es el santo pueblo fiel de Dios que sabe siempre rebuscárselas para estar cerca del Señor; que, inclusive en medio de las restricciones e impedimentos, busca la manera de escabullirse pa-ra «tocar su manto», ofrecer su vida, poner en el altar sus historias para que Jesús las unja con la gracia de su bendición.” (25)
La celebración de los 500 años de la primera misa en territorio argentino no fue como pensábamos; habíamos organizado una fiesta de
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(22) Francisco, Video mensaje por la Pascua, Ciudad del Vaticano, abril 2020
(23) Los Novios, es una novela histórica italiana, de Alejandro Manzoni, publicada por prime-ra vez en 1827, en tres volúmenes. Se le ha llamado la novela más famosa y más leída en el idioma italiano. Don Abundio es un sacerdote miedoso que presionado se niega a cele-brar un matrimonio.
(24) Francisco, Ángelus, Ciudad del Vaticano 15 de marzo 2020
(25) Francisco, Carta a la diócesis de Rio Gallegos en ocasión de la celebración de los 500 años de la primera misa en territorio argentino, Ciudad del Vaticano, marzo 2020.
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tres días; con una gran participación popular; con autoridades civiles y religiosas; bajo la consigna ―celebración y encuentro‖, y “sólo” pudi-mos compartir una misa por los medios de comunicación y las redes sociales. Y explícitamente pongo “solo” entre comillas, porque de una manera nueva, diversa, única, todos nos sentimos parte de esa celebra-ción. El mantel del altar, con más de mil quinientas intenciones en sus flecos, la cantidad de gente que participó en vivo por los diferentes medios, la carta del Santo Padre Francisco que incluso resaltó ese signo, los mensajes de los obispos de muchas diócesis, los saludos de muchísima gente de todos los puntos del país; todos alrededor de la mesa del altar, celebrando la Eucaristía, una verdadera comida con sabor a todos.
Veníamos pidiendo a Dios que el Año Eucarístico diocesano nos comprometa en la construcción de una sociedad más justa y frater-na, sin hermanos descartables o desechables; que en nuestras comuni-dades nadie quede afuera; que no seamos jueces condenatorios que levantamos el dedo acusador opinando de la manera de vivir de los demás. (26)
La celebración eucarística nos exige un espíritu comunitario, nos exige abrir los ojos para reconocerlo al Señor y servirlo en los más pobres. San Juan Crisóstomo exhortaba: ¿Quieren en verdad honrar el Cuerpo de Cristo? No consientan que esté desnudo. No lo honren en el templo con manteles de seda mientras afuera lo dejan pasar frio y des-nudez. (27) Y el tiempo de pandemia nos permitió buscar y encontrar-nos en el afuera de los templos con el Señor; nos permitió vivir las pa-labras de este santo doctor de la Iglesia del siglo IV.
Monseñor Eduardo García, obispo de San Justo, lo decía así hace unos días: Creo firmemente en el Señor presente en la Eucaristía, centro y culmen de la vida cristiana, pero desde una comunidad que celebra y toma la fuerza para vivir jugándose por la vida de los de-más, no como un self service de la gracia o un Redoxon de la vida es-piritual. (28)
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(26) Cfr. García Cuerva, Jorge, Carta Pastoral Eucaristía, verdadera comida con sabor a todos, Rio Gallegos 2019
(27) San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, L, 3-4:PG 58, 508-509
(28) García, Eduardo, ¿Iglesias abiertas en cuarentena?, en Clarín, 25 de abril de 2020
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4. Cáritas somos todos
Quiero ser jornalero de tu Reino,
Dar de lo que tengo, de lo que me queda,
Contar lo que voy viviendo, lo que voy oyendo
Quisiera detenerme un poco en la reflexión sobre el servicio de Cáritas diocesana; a fin de que también este tiempo de pandemia nos renueve en la mirada sobre la identidad de Cáritas, sobre lo que es y lo que no es; sobre cuál es su misión, y cómo todos somos Cáritas desde el momento que queremos ser testigos de Jesús. “Los discípulos misio-neros de Jesucristo tenemos la tarea prioritaria de dar testimonio del amor a Dios y al prójimo con obras concretas” (29).
Cáritas es amor en obras, teniendo como objetivo que cada per-sona sea más humana, más digna, porque así lo quiere Dios que nos creó a su imagen y semejanza. (30)
Seguramente tenemos la imagen de que Cáritas es la ropería de mi parroquia y la entrega de alimentos. Y eso es una verdad a medias, una mirada muy simplista. Sin lugar a dudas, la asistencia a las fami-lias más pobres para satisfacer sus necesidades más inmediatas es im-portante; pero no podemos quedarnos allí. En primer lugar, porque es necesario revisar cómo es nuestro servicio de ayuda: en general son los mismos voluntarios que están hace muchísimos años, a quienes les agradecemos mucho su tarea, pero que en algunos casos, se han ido ―separando‖ del resto de la comunidad parroquial; no han dejado in-gresar nuevos voluntarios, ni nuevas ideas o nuevas prácticas. Este es un tiempo nuevo, la pandemia nos obligó a replantearnos el modo de concretar el amor al prójimo, especialmente a los más pobres; y a sen-tir que la asistencia desde Cáritas debe involucrar a toda la comunidad parroquial, porque Cáritas es como la sangre que va urgente cuando se abre una herida (31). Al mismo tiempo, valorar lo importante que es trabajar mancomunadamente como Cáritas diocesana, es decir en equi-po, con criterios comunes; no podemos actuar en la Iglesia como si fuésemos islas. Y a esa asistencia hay que ponerle “pies”; salir a escu-char, a visitar, a acompañar, ir al encuentro de los que sufren; no nos
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(29) V Conferencia General del Episcopado latinoamericano y del Caribe, Documento conclusivo de Aparecida 386, Aparecida 2007
(30) Cfr. Génesis 1, 26
(31) Tissera, Carlos, Convocatoria a la colecta anual de Cáritas 2019
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podemos conformar con las personas que hace años asistimos de la misma manera. Cáritas tiene que estar en la calle.
Hay un segundo aspecto muy importante en Cáritas: La promo-ción humana: Generar propuestas que ayuden a modificar y mejorar la situación de vida de las familias; no quedarnos en un mero asisten-cialismo, que es bueno en un momento, por ejemplo, este de pande-mia; pero que hay que dar un paso más: desde las potencialidades de las personas, desde recursos y capacidades compartidas, ser creativos en la caridad y ayudar en el desarrollo integral de las personas. Cáritas es ayudar a que cada ser humano sea protagonista de su vida, que no dependa más de la mercadería o la ropa que le damos; que se ponga de pie y, en comunidad, salir adelante (32). Por eso también son acciones de Cáritas un taller de costura o de cocina, un apoyo escolar, un pro-yecto deportivo para jóvenes, o de autoconstrucción de viviendas, en-tre otros ejemplos. Esto nos tiene que necesariamente ampliar la mira-da sobre la identidad y misión de Cáritas. Se requiere que las obras de misericordia estén acompañas por la búsqueda de una verdadera jus-ticia social, que vaya elevando el nivel de vida de los ciudadanos, pro-moviéndolos como sujetos de su propio desarrollo. (33)
Y un tercer elemento, tenemos que ser una Caritas transfor-madora de las vidas personales, pero también del modelo de socie-dad. Urge crear estructuras que consoliden un orden social, económi-co y político en el que no haya inequidad y donde haya posibilidades para todos. Igualmente, se requieren nuevas estructuras que promue-van una auténtica convivencia humana, que impidan la prepotencia de algunos y faciliten el diálogo constructivo para los necesarios consen-sos sociales. (34)
Nuestra tarea pastoral de caridad tiene que también sentirse comprometida en la construcción de un modelo social sin hermanos excluidos, sin hermanos descartables ni desechables; Creemos que el amor a Cristo y a nuestros hermanos será no sólo la gran fuerza libe-
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(32) En varios relatos de la Palabra de Dios, Jesús invita a levantarse, a ponerse de pie, y los apóstoles hacen lo mismo cuando comienzan a anunciar el Evangelio. (Lc. 4, 38; Lc. 6, 6, 8; Lc. 7, 14; Mc. 10, 49; Mt. 9, 6; Hech. 3, 6; Hech. 14, 10; etc). Recomiendo la lectu-ra completa de estos textos a la luz de la reflexión sobre la misión de Cáritas de ayudar a la dignificación y protagonismo de cada persona en su vida.
(33) Documento de Aparecida, 385
(34) Op. Cit. 384
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radora de la justicia y la opresión, sino la inspiradora de la justicia social, entendida como concepción de vida y como impulso hacia el desarrollo integral de nuestros pueblos.(35)
Por eso, más adelante en el mismo documento de los obispos latinoamericanos leemos: “Cáritas”, que es un organismo de la Iglesia integrado dentro de la Pastoral de conjunto, no solamente será una institución de beneficencia, sino que debe insertarse de modo más ope-rante en el proceso de desarrollo de América Latina, como una institu-ción verdaderamente promotora.(36)
Y en ese sentido, creemos fundamental que Cáritas diocesana, pero también las Cáritas parroquiales trabajen muy unidas a todas las problemáticas y los desafíos que se nos presentan en la sociedad: la realidad de los migrantes, de los jóvenes adictos, de la educación, del trabajo, de las mujeres, de los pueblos originarios, etc. En nuestra dió-cesis hemos optado por conformar un equipo de pastoral social am-plio, que todas las realidades sociales de Santa Cruz y Tierra del Fuego se vean reflejadas, y en la que también esté presente Cáritas diocesana, la acción misericordiosa de la Iglesia.
La Iglesia es madre de corazón abierto que sabe recibir, espe-cialmente a quien tiene necesidad de mayor cuidado, que está en ma-yor dificultad. Y cuánto bien podemos hacer si nos animamos a apren-der este lenguaje de la hospitalidad, este lenguaje de recibir, de acoger. Cuántas heridas, cuánta desesperanza se puede curar en un hogar don-de uno se pueda sentir recibido. Para eso hay que tener las puertas abiertas, sobre todo las puertas del corazón. Una vez más, afirmamos con el Papa Francisco que la Iglesia tiene que ser un hospital de cam-paña, que recibe la vida como viene, especialmente a los heridos, a los que la vida ha golpeado duro. Todas las problemáticas sociales y per-sonales pueden ser acompañadas desde las comunidades, desde la dió-cesis, sabiendo que no tenemos todas las respuestas y soluciones, pero que, como Jesús lo hizo con los discípulos de Emaús, podemos cami-nar a su lado, caminar juntos, con la humildad muchas veces de decir “no sé cómo ayudarte”, pero animados a hacerlo en equipo, como Iglesia, nunca solos; porque no es tiempo de héroes ermitaños.
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(35) II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Documentos finales de Medellín 5, Medellín 1968
(36) Op. Cit. 22
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Jesús como buen maestro, pedagogo, los envía (a los discípu-los) a vivir la hospitalidad. Les dice: «Permanezcan donde les den alojamiento». Los envía a aprender una de las características funda-mentales de la comunidad creyente. Podríamos decir que cristiano es aquel que aprendió a hospedar, que aprendió a alojar. Jesús no los envía como poderosos, como dueños, jefes o cargados de leyes, nor-mas; por el contrario, les muestra que el camino del cristiano es sim-plemente transformar el corazón. El suyo, y ayudar a transformar el de los demás. Aprender a vivir de otra manera, con otra ley, bajo otra norma. Es pasar de la lógica del egoísmo, de la clausura, de la lucha, de la división, de la superioridad, a la lógica de la vida, de la gratui-dad, del amor. De la lógica del dominio, del aplastar, manipular, a la lógica del acoger, recibir y cuidar. (37)
El IV domingo de Pascua, domingo del Buen Pastor, Jesús nos decía: Yo soy la Puerta de las ovejas (38). En esa misa, dije : Quisiera en nombre de la Iglesia pedir perdón, pedir perdón por las veces que fuimos Iglesia de puertas cerradas, pedir perdón por las veces que a mucha gente le pedimos muchísimos requisitos para un bautismo, per-dón por las veces que casi te tomamos examen antes de ayudarte des-de Cáritas con mercadería o con algo de ropa, perdón porque a veces nos hemos parecido más a un patovica de un boliche que a lo que Je-sús nos pide que es simplemente estar al lado de la puerta y que todos disfruten de su misericordia.
Ojalá podamos con este tiempo de pandemia aprovechar la oportunidad, y ser de ahora en adelante los que estemos cerca de Je-sús abriendo siempre la puerta, que la puerta del Señor sea una puer-ta abierta a los que sufren, que la puerta del Señor no tenga patovicas ni porteros, que la puerta del Señor sea realmente aquella que se abre para felicidad de tantos que necesitan. (39)
Y como Iglesia que quiere de verdad vivir la caridad, es impor-tante volver sobre tres conceptos básicos pero a la vez fundamentales en nuestra tarea pastoral, cualquiera sea la actividad pastoral que desa-rrollemos en nuestras comunidades: la cercanía: real y concreta; im-plica un conocimiento cotidiano de la realidad; estar en contacto con la existencia concreta de los otros. La presencia: integrarnos profunda-
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(37) Cfr. Francisco, Homilía, Misa Campo grande de Ñu Guazú, Asunción, julio 2015
(38) Juan 10, 7
(39) García Cuerva, Jorge, Homilía IV Domingo de Pascua, Río Gallegos 2020
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mente en las problemáticas; no sólo con acciones aisladas, sino con una atención puesta en el otro, que es mi hermano; y que sepa que cuenta con nosotros; y el vínculo: implica que exista una estrecha rela-ción de familiaridad, en un ida y vuelta; porque los pobres no son nun-ca objeto de nuestra caridad; son hermanos con los que me relaciono, con nombre y apellido, son el mismo Señor que sale a nuestro encuen-tro.
Que nuestras Cáritas, que toda nuestra Iglesia, se sienta com-prometida con la cercanía a los que sufren, con la presencia en sus lu-chas y anhelos; con el vínculo afectivo con los pobres, con los que es-tán angustiados, con los que están solos y desesperanzados.
Sólo la cercanía que nos hace amigos nos permite apreciar profundamente los valores de los pobres de hoy, sus legítimos anhelos y su modo propio de vivir la fe. La opción por los pobres debe condu-cirnos a la amistad con los pobres. Día a día los pobres se hacen suje-tos de la evangelización y de la promoción humana integral. (40)
5. Conclusión
Siento que la certeza de la resurrección es una nueva oportunidad.
Como decía al comienzo, este tiempo de pandemia, es tiempo de oportunidades, de un nuevo modo de ser Iglesia, de nuevas maneras de pensar, de nuevos agentes pastorales; lo que no podemos es caer en la tentación de creer que esto es un momento de transición, y que en unos meses volveremos a hacer todo como antes. Tampoco, creer que todo empieza ahora; tenemos una historia; un camino ya recorrido y la experiencia de nuestros mayores, haciéndonos cargo de las raíces, por-que de ellas viene la fuerza para crecer y fructificar.
Los invito a consolidar esta experiencia de pandemia como un gran aprendizaje, abrirnos a la acción del Espíritu Santo, que sopla donde quiere, desinstalándonos, animándonos, renovándonos, compro-
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(40) Documento de Aparecida 398
(41) Gonzalez Fauss, José, La humanidad nueva, Ensayo de Cristología, Bilbao 1984.
(42) Mateo 25, 40
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metiéndonos con Cristo y los hermanos en un verdadero y nuevo Pen-tecostés.
Para finalizar; pienso en estos días en una frase de un libro de un teólogo español González Fauss, “el vaso de agua dado al pobre no podría alcanzar a Cristo si no le ha alcanzado primero la sed de ese pobre” (41). Es decir, el Señor padece en cada hermano que sufre; el dolor del mundo es el dolor de Dios.
Por eso cada vez que tenemos un gesto de caridad con un her-mano, lo estamos haciendo por Cristo; y esto es porque Él se identifica con el que la padece: “cada vez que lo hicieron… a mí me lo hicie-ron‖. Jesús no dice ―es como si me lo hicieran a mí‖, sino “a mí me lo hicieron‖ (42).
En esta pandemia, Cristo, a quien sacramentalmente en la Eu-caristía no lo pudimos recibir, aparece crudamente en cada hermano necesitado. Templos cerrados, sagrarios cerrados y calles desiertas; pero Cristos vivientes, desnudos, sin trabajo, en las filas de los come-dores, en las casas esperando mercadería, en una pensión indigna año-rando su Patria, en una cama muy enfermo; en un geriátrico muy solo.
Y en cada voluntario que animado por el Espíritu de Dios se comprometió en la caridad con los más necesitados.
¿Y todavía nos preguntamos dónde está Dios en tiempos de pandemia?
Río Gallegos, 24 de mayo de 2020.
Mons. Jorge García Cuerva
Obispo diocesano
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(41) Gonzalez Fauss, José, La humanidad nueva, Ensayo de Cristología, Bilbao 1984.
(42) Mateo 25, 40
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Para reflexionar y compartir
La idea es que la carta pastoral ayude a la reflexión personal y o comunitaria. Quiere ser un instrumento pastoral que nos anime en tiempos de pandemia a renovar nuestra fe, a reanimarnos en la espe-ranza, a vivir este nuevo tiempo con nuevas prácticas, con nuevas ideas, con nuevo ardor misionero. También a reflexionar sobre la iden-tidad y la misión de Cáritas, de la que todos como Iglesia formamos parte.
Sugiero leerla por partes; subrayar o marcar las ideas que crean más importantes; incluso acceder a los textos que cito al pie de página, los cuales también se pueden buscar en internet.
Y cuando pase este tiempo de aislamiento social, poder trabajar la carta pastoral en las comunidades, en los grupos parroquiales, en las instituciones educativas, entre amigos y vecinos, ya que la pandemia nos dejará mucho para pensar, y aprender.
Les propongo algunas preguntas:
- Leyendo la lectura de Apocalipsis 21, 1-5, ¿qué nos dice la Palabra de Dios en este tiempo de pandemia?
- ¿Cómo viví este tiempo de pandemia? ¿Qué enseñanzas me dejó? ¿Sentí la presencia de Dios en este tiempo?
- Cicerón decía que la historia es maestra de la vida. Pensando en la historia personal, en la historia familiar, en la historia de nuestra comunidad parroquial o educativa; incluso en la historia de nuestra provincia o del país, ¿qué nos enseñó la historia?, ¿qué aprendimos?
- Comparando con la historia de la epidemia de fiebre amarilla de 1871, ¿qué conductas conocemos que se han repetido ahora? Com-paremos la acción de la Iglesia de aquél momento y la actual.
- ¿Por qué podemos decir que con la pandemia comienza un nuevo tiempo?
- ¿Qué ideas nuevas pueden surgir en nuestra comunidad?
- ¿Qué acciones pastorales nuevas pueden surgir, o ya han surgido en nuestra comunidad?
- ¿Cómo dar lugar a personas nuevas en nuestra comunidad? ¿cómo cuidarlas?
- ¿Qué es Cáritas para mí? ¿Qué pienso de Cáritas luego de leer esta carta pastoral? ¿Cómo llevarlo a la práctica?
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Río Gallegos, 24 de mayo de 2020

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