Lecturas de la Misa
Éxodo 22, 20-26
Salmo 17
1Tes 1, 5-10
Mateo 22, 34-40
HOMILÍA
Una vez más, otro debate, una vez más otra pregunta tramposa que los fariseos le hacen a Jesús. Recordarán la semana pasada, la pregunta tramposa era: si había que pagar o no el impuesto al César.
La pregunta tramposa de hoy es: ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?, y por qué decimos que es una pregunta tramposa, primero porque lo dice el Evangelio, para ponerlo a prueba a Jesús le hacen esta pregunta, y segundo porque el que hace la pregunta es un especialista de la Ley, es un doctor de la Ley. Por lo tanto, ya debería él saber cuál es la respuesta. La trampa está en que los judíos en aquella época tenían seiscientos trece mandamientos, algunos eran mandamientos fáciles de cumplir, otros eran mandamientos más complicados de cumplir y eran tantos que había alguna discusión entre ellos sobre cuál era el mandamiento principal.
Muchos fariseos del momento consideraban que el primer mandamiento era cumplir el sábado, era el día que no se podía trabajar, era el día solamente dedicado a Dios. Por eso se enojarán con Jesús cuando Jesús hace curaciones los sábados, porque creen que está prohibido eso. Y allí recibirán de Jesús en aquella fuerte discusión la respuesta de: el hombre no está hecho para el sábado, como diciendo lo más importante es la persona humana.
En este contexto es que le hacen la pregunta a Jesús: ¿cuál es el mandamiento más grande? Lo primero que hace es refrescarles la cabeza, ¿por qué? Porque lo que Jesús les dice está escrito en el antiguo testamento: “amarás al señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con todo tu espíritu”, del libro del Deuteronomio en el Antiguo testamento y también “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, que está en el libro del Levítico también en el Antiguo testamento. Es decir que Jesús lo primero que hace es recordarles alguna de las leyes, algunas de las disposiciones que ya están escritas y que se supone que estos fariseos, estudiosos y especialistas de la Ley ya lo saben.
Entonces,¿ dónde está la novedad? La novedad y lo revolucionario está en que Jesús une estos dos mandamientos y al unirlos nos está diciendo que el amor es uno, el objeto del amor dos: Dios y el hermano. Lo original, lo revolucionario, lo nuevo de Jesús es que plantea que toda la Ley se sintetiza en el amor fraternal, es decir en el amor entre hermanos y en el amor a Dios. Como que ese amor no puede separarse, va absolutamente unido: el amor a Dios, el amor a los hermanos.
¿Y qué es el amor?, y lo primero que deberíamos decir es que el amor es una fuerza que abre mi existencia hacia los demás.
El amor no es solamente un sentimiento porque los sentimientos van y vienen. El amor es entrega, el amor es donación de uno por el bien del otro.
El amor es experimentar primero que Dios en su infinita bondad me quiere mucho, que en su infinita bondad me ama y entonces mi compromiso como persona es tratar de vivir ese amor hacia los demás.
Por eso el amor al prójimo es un camino para encontrarme con Dios. Por eso dirá en algún momento el Papa Benedicto XVI: “que cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte en ciegos ante Dios”, porque como nos dijo Jesús en el Evangelio de hoy, ese amor es uno solo, van totalmente unidos, y a partir de vivir yo la experiencia de amor de Dios para conmigo eso significa una entrega, una donación, eso significa: comprometerme en hacer algo por el otro.
Porque el amor tiene muchos ingredientes, yo sólo voy a hablar de dos: por un lado: la gratuidad, y ¿qué es la gratuidad? Hacer las cosas porque sí, porque son buenas, es donar y entregarme por el otro sin esperar nada a cambio, es no esperar resultados. A veces uno escucha: por todo lo que yo hice por vos, mira como me respondes. Eso no es amor, eso es comercio, te doy para que me des, es algo típico del amor la gratuidad. Porque así nos ama Dios a nosotros no por nuestros méritos sino por su gracia.
Y el otro elemento, es la amabilidad, es una liberación de la crueldad, dice el Papa Francisco, tiene que ver con tratarnos bien, con ser cordiales en los gestos y en las palabras. Es recuperar el perdón, las gracias, los buenos días, el permiso.
Como podemos construir el amor, por un lado, con la gratuidad haciendo las cosas porque son buenas y porque lo que quiero es el bien del otro, quiero que se ponga de pie y sea el protagonista de su vida, y hacer las cosas con ésta amabilidad, con estos gestos sencillos que tenemos que ir recuperando, con este permiso, buenos días, perdón, gracias.
Así también quisiera decir, que no es el amor, creo que por un lado el amor no es esa beneficencia mal entendida, eso de dar lo que me sobra. En este tiempo en muchas de nuestras parroquias que están cerradas por todas las disposiciones sanitarias e incluso en el Obispado nos han dejado bolsas y bolsas de ropa. Por un lado, desconociendo las normas sanitarias que dicen que la ropa puede ser una vía de contagio y por lo tanto en este momento no hay que donar ropa, salvo que explícitamente se sepa de dónde viene. Por otro lado, eso de dejar en la vereda en bolsas negras ropa que después no sirve porque realmente hemos sido testigos que ha sido solamente, una limpieza de placares.
Eso no es amor, eso es sacarnos cosas de encima, porque si yo pienso en el bien del otro, porque el otro por más pobre que sea va a usar aquello que yo estoy descartando. Y tampoco el amor es asistencialismo, el darte todo, el dártelo siempre y decirte siempre que sí. Porque tampoco estoy ayudando ahí a que la otra persona se plenifique, se realice, se ponga de pie y sea protagonista de su vida.
Con el asistencialismo lo único que logro es rehenes políticos, acostumbrarnos a no hacer nada por mí mismo. Y por eso en la última encíclica: “Fratelli Tutti”, el Papa Francisco dice: que los planes sociales tienen que ser una respuesta pasajera. Porque en realidad lo que es ordenador de la sociedad y lo más importante es el trabajo, en ello insiste Francisco.
Por eso ni beneficencia mal entendida sacándome lo que no sirve de encima y creyendo que eso es amor hacia los demás, ni asistencialismo puro: dando, dando y después esperando algo a cambio, porque en definitiva la persona termina siendo rehén de mi ayuda y no termina nunca poniéndose de pie y siendo protagonista de su destino. Por eso la importancia del trabajo dice: Francisco.
Quisiera para terminar un aspecto más de este capítulo V, que recomendé en la misa del Domingo pasado, de la “Fratelli Tutti”, y que voy a volver a recomendar esta semana. Hay que adentrarse en ese capítulo, también, así como dijimos qué es el amor y qué no es el amor, Francisco habla del amor político. Habla de la caridad política. En realidad, retoma una expresión del Papa Pío XI, del año 1927, ¿qué es la caridad o el amor político?, supone superar todos los individualismos, amar como pueblo, como sociedad el bien común, construir juntos un proyecto de nación. Supone vivir también la ternura política, que es estar cerca y tener estos gestos que dijimos antes, de amabilidad, de gratuidad, de cordialidad.
La caridad política, también dice el Papa, es el corazón de la vida social de un país. ¡Qué difícil! y al mismo tiempo tenemos que tratar de insistir todos en que lo podemos hacer.
El amor tiene consecuencias civiles y políticas y es una responsabilidad de todos: gobernantes y pueblo. Todos. Intentar buscar consensos, intentar superar los individualismos y buscar juntos un proyecto de nación. Y como ejemplo, no me voy a meter en la política nuestra, pero sí voy a tomar el ejemplo de un país hermano, de Uruguay.
Días pasados hemos sido testigos de un acuerdo de dos ex presidentes, Sanguinetti y Mujica que decidieron dar por terminada su participación política más activas como senadores de la Nación y entonces considerando que ya tienen más de ochenta años, renunciaron el mismo día, juntos, dándose un abrazo. Reconociendo el Congreso y toda la sociedad uruguaya a esos dos presidentes de partidos políticos muy antagónicos. Cada uno dio su discurso, y entre otras cosas Pepe Mujica, el ex presidente dijo: “en mi jardín hace décadas que no siembro el odio, porque el odio nos destruye, solamente el amor nos construye, triunfar en la vida no es ganar siempre, es a pesar de los fracasos, levantarse y volver a empezar”. Un ex presidente, un político, que entendió que en su propia vida, no tenía que sembrar odio y miren que las pasó, porque fue un perseguido político y un encarcelado y entendió que ese odio que él no sembraba en su propio jardín, tampoco lo quería sembrar en su país. Por eso más allá de las diferencias ideológicas, con Sanguinetti o con los demás partidos políticos mostraron un profundo acto de caridad política, abrazados, reconocidos, entendiendo que la utopía del amor político no es irrealizable, es posible si cada uno pone lo mejor de sí.
Amor a Dios, amor al prójimo, amor al país, porque eso tiene que ser el centro de mi corazón y el centro de nuestro pueblo.
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LECTURA RECOMENDADA PARA LA SEMANA
Francisco, Encíclica “Fratelli Tutti” (Hermanos todos). Capítulo 5, la mejor política.
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