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"Que podamos ser el rostro amable de la Iglesia"

2023-10-14 | Homilía de Mons. Ignacio Medina en la Misa de Inicio de su ministerio pastoral como Obispo de Río Gallegos.


Liturgia de la Palabra: 2Cor 5, 14-17. Salmo 137. Evangelio según Lucas 10, 29-37


Queridos hermanos, acompañar al que nos necesita y tener misericordia, caminan juntos. En el Evangelio lo encontramos con frecuencia, y este pasaje es un momento culminante de esa acogida cordial que el Maestro nos invita a hacer.


El samaritano hace todo sin exagerar: cura, transporta y alberga. El evangelio de san Lucas, lo resume en un verbo abstracto, “cuidad de”.


El samaritano realiza esos primeros auxilios, cura del herido, pero no basta. Lo sube a la cabalgadura, lo que exige un nuevo sacrificio, el tendrá que hacer el camino a pie.


En la posada este hombre permanece una noche para cuidar la evolución del herido y ver qué cuidados tiene el posadero. Quizás unos profesionales que no tenían buena reputación con sus huéspedes, especialmente si estaban enfermos o débiles. Pienso que como Iglesia podemos caer en esta tentación.


Ayudar hoy no es fácil, hasta se ha convertido en objeto de crítica. Se desprecia ese desgaste innecesario del servicio a los demás en cualquier necesidad. Sin embargo, esas necesidades inmediatas siguen apareciendo en nuestros días lamentablemente con mayor frecuencia.


El samaritano no indaga la procedencia, no sale al encuentro con prejuicios, no va al otro con el desgaste que le puede traer, o el beneficio que le puede llegar. A este hombre la caridad lo apremia, le urge.


A él simplemente le mueven las entrañas de servir. El no espera que otro actué con sus mismos sentimientos, por eso paga antes de irse, se hace cargo.


Vemos entonces que no se trata de un paternalismo tal que no permita al otro ser lo que debe ser, ni tampoco un desinterés y egoísmo que nos lleve a no ver el rostro del que carece y acompañarlo.


El Papa Francisco en su exhortación apostólica “La alegría del Evangelio”, nos dice: “La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos sacerdotes, religiosos y laicos, en este arte del acompañamiento, para que todos aprendan a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro…”

“Más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que desde su experiencia de acompañamiento, conozcan los procesos donde campean la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre todos las ovejas…”. “… necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es más que oír…” (cfr. EG 169 y 171).


Queridos hermanos, caminar juntos en esta Iglesia que es sinodal, implica encontrar la apertura del corazón, de nuestros oídos, de nuestros ojos, de nuestra mente a una realidad que nos circunda, que siendo creyentes no podemos vivir como ajena.


Jesús, el buen Pastor, nos invita a hacernos cargo y confiar en Él, en su Providencia, en la gracia que acompaña y da respuesta, para no desesperar en los intentos y tropiezos.


Pasar, finalmente, como nos enseña el Evangelio de hoy, de la hostilidad a la hospitalidad. Por eso demos gracias a Dios, que nunca abandona la obra de sus manos.


Que podamos ser el rostro amable de la Iglesia. Esto será decisivo para que muchos que se acercan asidua o ocasionalmente se puedan sentir en casa y para que otros que pasan de lejos, viendo las puertas abiertas, puedan sentirse invitados a entrar. La Iglesia ha de ser hogar que sabe acoger a los pequeños (cf. Mt 18, 5) y posada donde cualquier persona sea acogida con calor.


Concédenos Señor Jesús, como Diócesis de Río Gallegos, caminar según tus designios y poder vivir con profundidad eclesial la “fraternidad y la cultura del encuentro”, para servir de mejor manera a tu Reino, según tu Espíritu.

Que así sea.



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